Tomé
a mi mujer entre mis brazos, ella poco a poco fue quitándome la ropa que me
quedaba tirándola al suelo cual despojo. Sus labios se abrían y me decían
palabras tiernas, las cuales ablandan mi corazón que un día fue la roca más
dura. Me abraza como si fuera suyo, como si mi cuerpo le perteneciera, hacíamos
el amor cual amantes que no resisten la pasión, que se desborda por sus
cuerpos, como si su misión en la vida fuera hacerse el amor esa noche, en ese
momento y a esa hora. Nos entregamos el alma en un beso y en ese beso exploto
nuestro universo.
Justo
cuando la puse encima mío ella me sonrió, no sé si con malicia o con amor, pero
sonrió. Sus manos se pusieron encima de mi pecho y con sus uñas lo abrió,
levante la cabeza y me vi sangrado. Ella metió sus manos y lo saco. Saco mi
corazón que aún latía yo vi como se lo llevo a la boca para lamerlo y después
morderlo. Se lo comió todo. Mi pobre corazón le sirvió de plato fuerte.
Después
de eso, se levanto y se fue, tomo su ropa y me dejo tirado en la cama, sin
corazón. El amor me dejó sin corazón y me sentí devastado, sólo y triste como
un niño que pierde su perro, o una madre a quien se le muere su hijo, con el
pecho abierto me quede quieto, me quede vacío. Y empecé a llorar.
Pero
ella nunca se fue, con los dientes le quito a mi corazón lo carcomido, lo sucio
y lo podrido, me seco las lagrimas con sus manos tibias, y puso el corazón en
su lugar. Con uno de sus cabellos me suturo la herida y la cauterizo con sus
besos, me volvió a tomar entre sus brazos y me sentí planamente de ella…
Te amo
por quien eres… te amo por como eres…