Después
de un tiempo decidí entregarle mi corazón. Prepare un ritual muy elaborado para
que pudiera quemar la huella de su dedo en la superficie de mi vital órgano. A
la orilla del mar estábamos y él tenía una extraña mueca en la cara. El sabia
que era bruja, pero aún así noté que algo raro pasaba, pero empecé.
Dentro
del un circulo de rocas estábamos los dos, levante la espada que poseía en ese
entonces y grite.
-Estoy
entre aquel y este mundo, que los dioses me protejan. Me permito invocar a los
espíritus guardianes para obtener de ellos el beneficio de los dioses a quienes
deseo invitar con toda la generosidad y humildad posible. Espíritu del norte,
yo te invoco; espíritu del sur, yo te invoco; espíritu del este, yo te invoco;
espíritu del oeste, yo te invoco. Invoco su presencia en este lugar, en esta
noche y bajo este cielo. Los invoco como los únicos testigos del pacto y la
entrega de mi ser a mi otra mitad.
Aún
no acababa el ritual cuando el tomo la espada que aún sostenía en el aire y la
atravesó, en mi corazón. No sabía que pasaba en ese momento simplemente me caí
al suelo y unas lagrimas brotaron de mis ojos. Lo único que se me ocurrió decir
fue.
-Doy
gracias, cierro este circulo, así sea- Y caí.
Desperté
llorando, la sangre estaba por todo lados. Océano había atravesado mi corazón,
esto hubiese sido sólo una herida si mi corazón no hubiese estado hinchado con
amor. El amor es una sustancia volátil que al contracto con el oxigeno hace
combustión, así que ahí, tirada en el suelo me di cuenta que mi corazón estaba
chamuscado, ese sin duda alguna fue uno
de los días más tristes de mi larga vida. Sin haberle hecho nada a océano el
travesó mi cuerpo y salió corriendo. Por ser bruja. No, creo que esa noche lo
asusto el compromiso y decidió huir. Me senté en la arena. Miré al mar y vi que
se acercaba una de esas criaturas que lo cuidan llamados sirenas. No me moví,
sólo deje que se acercara y así lo hizo ella. Dijo –Todo estará mejor en un
rato- me tocó la frente y volví a caer.
-Ya
te habías enamorado antes, tienes suerte que esta vez apenas comenzara, de lo
contrario tu corazón estaría completamente quemado. Tus dioses te protegieron
anoche, esto también ayudó.
Su
mano ahora era un mortero y sus dedos un mazo, en la palma tenía las cenizas de
mi corazón y yo, yo no sabía cómo lo había sacado, no tenía ninguna herida y
ella tenía mi corazón, los secretos de las sirenas son un misterio, aún para
personas como yo.
-¿Que
fue lo que paso? Pregunté yo
-Pasó
que tu corazón fue quemado, pero como estás maldita, no puedes morir, así que
sólo te quedó un fuerte dolor.
-Pero
¿Qué paso?
-El
poeta se asustó y trato de matarte, no es la primera vez que lo hace.
-¿Por
qué mi corazón se hizo blanco?
-Porque
las cenizas al contacto con la sal de mar se hacen blancas, aparte le agregue
tus lagrimas para poder unirlo.
-Y
qué haces
-Lo
compongo y te doy una razón para vivir.
Cada día le te comerás la tierra de este corazón y antes de que lo
termines regresa y arrójalo, así te daré uno nuevo.
-Eso
no es otra maldición
-Es
un favor. La Sirena me miró de forma agresiva, extendió la mano y tomé el
corazón. Me levante, no había nada que recoger, la marea se había tragado todo.
Me levante y regrese al desierto. Ya no he vuelto al mar, el favor se hizo
maldición, me pesa tener el corazón de piedra, sólo falta una mordida y si no
lo regreso no tendré corazón nuevo.
Los
errores cuestan, pero el amor lo vale.