Hace mil noches volamos hacia las estrellas…
Tú me mirabas con esos ojos negros que se confundían con la
noche tibia que nos abrazaba. Mis piernas tiritaban de frío y tú sin preguntar
me cobijaste con ese abrigo tuyo que llevabas puesto para besarme la frente
después.
Cuando pasamos las nubes me tomaste entre tus brazos y vimos
las luces pequeñas de las ciudades. Me preguntaste -¿Te gusta lo que ves? Es
tuyo, dijiste sin darme tiempo de responder a nada. Te sonreí y en tus ojos la
vida se veía más bonita.
Después llegamos, eran las estrellas, el universo, los
planetas que bailan bajo nuestros pies. ¿Quién te dio permiso de enamorarme de
esa forma? Así con esa seguridad de amor y cariño. Y con tu mano tomaste una,
la pusiste en mi pelo. Y rosaste mi mejilla con tu mano y mi rostro contesto
esa caricia. Nunca me había sentido tan dueña del universo y esa noche me lo
regalaste.
Aún siento tu mano en mi cintura cuando bailamos ese vals
estelar entre estrellas fugaces y cometas.
Aún te recuerdo mamando las constelaciones en la vía láctea , aún te
recuerdo echando tu tristeza en hoyos negros y yo tan maravillada de la vida
como te tus promesas.
Hoy el tiempo me demuestra que las promesas son sólo las
palabras que te mantienen vivo y con ganas de luchar, pero que no siempre son
ciertas. Hoy ese viaje es un recuerdo latente que me besa los labios y me quita
el sueño, algo que me dice que nada es para siempre y que para siempre es mucho
tiempo… A pesar de todo ese baile cósmico lo recuerdo como un momento luminoso
en mi vida, una luz que le dará siempre brillo a mi corazón… A pesar de todo.
Yo te voy amar hasta que todas las estrellas se apaguen…